En el número anterior estábamos hablando del proceso de duelo de los niños y adolescentes cuando tienen que enfrentarse a la muerte de un ser querido que es bien delicado y amerita tener las herramientas necesarias para ayudarles de una manera efectiva. Veamos en el caso de que sean ellos los que estén pasando por una enfermedad potencialmente mortal y tengan ellos que pasar por un proceso de duelo personal.
Hace un tiempo atrás una señora me comentaba lo que su hija enferma le dijo: “mami, me dijeron que yo tengo leucemia y que es una enfermedad que no se cura y que me voy a morir”. Los niños y adolescentes que tienen que pasar por el delicado proceso del duelo anticipatorio manifiestan temores muy profundos, sentimientos de desesperanza, baja autoestima por la condición en la que se encuentra y miedo al dolor entre otras manifestaciones.
Para nosotros los adultos resulta una tarea difícil ayudar a aceptar la muerte a un niño o adolescente sobre todo cuando hay una relación familiar cercana. Para esto se requiere reconocer que la muerte es un proceso natural para todas las personas. Los niños pueden tener problemas para visualizar la muerte y pueden desarrollar temores acerca de lo que pasa después de la muerte, lo que se siente cuando uno se muere y lo que podría sucederles después de la muerte. Los padres deben tratar de hablar abiertamente acerca de la muerte con sus hijos en caso de que ellos pregunten o si la situación lo amerita.
El tema de la muerte se debe hablar en forma clara y en un lenguaje que el niño pueda entender a su edad y grado de desarrollo. El concepto de muerte varía con la edad y es algo que se debe tener en cuenta. Don Bosco tenía la costumbre de realizar con sus muchachos el “ejercicio de la buena muerte” que consistía principalmente en hacer la confesión y la comunión ese día como si fuera el último en la vida. Hablando a los salesianos el santo de la juventud decía: “Os aseguro que siguiendo bien este ejercicio de la buena muerte mensual, se puede estar tranquilo de la salvación del alma y tener la certeza de que está en el verdadero camino de salvación. Bienaventurado quien a la hora de la muerte tiene el consuelo de haber hecho buenas obras en la vida. Hay dos posibilidades para el hombre después de su muerte: el infierno, donde se sufren toda clase de males, y el Paraíso, donde se gozan todos los bienes. Los tres enemigos del hombre son: la muerte (que lo sorprende); el tiempo (que huye); y el demonio que lo tienta con sus lazos”.
Don Bosco conocía muy bien cómo hablar a sus jóvenes de la muerte y no ver en ella como un acontecimiento desolador sino una manifestación del amor de Dios que llama a su Reino eterno. En esos momentos difíciles cuando debemos acompañar a un enfermo terminal especialmente cuando sea un niño o adolescente se deben seguir estos pasos:
Ayudarle a comunicar lo que siente sin tabúes ni lenguajes simbólicos. En varias ocasiones bloqueamos la comunicación de los pequeños cuando se trata de temas muy dolorosos “para que no sufra”, “para olvidar la situación” y no sabemos que de esa manera empeoramos las condiciones.
Motivarles a vivir cada día a plenitud. Disfrutar de lo cotidiano en el «hoy» de cada una de las horas del día, en el «aquí» o lugar donde nos encontremos y en el «ahora» o momento presente. La esperanza, el esfuerzo personal y, sobre todo, la fe en el presente, en vivir el momento, se convierten en poderosas armas para luchar contra la depresión y la angustia que suelen aparecer en circunstancias de duelo.
Incentivarles a desarrollar actitudes y obras a favor de los demás. Me llama poderosamente la atención cuando hay niños que son capaces de tomar posturas protagónicas en organizaciones que promueven la lucha contra el cáncer estando ellos enfermos.
Aceptación. Ciertas personas, en el afán de querer construir un mundo donde ninguna amenaza externa pueda penetrar, aumentan exageradamente sus defensas contra el exterior y dejan su interior vulnerable
Y sepamos que: "Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea." Pablo Coelho.
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