lunes, 17 de enero de 2011

Hijos que “hacen” de papás: Un flash sobre la parentalización

P. Humberto Bravo S.D.B

Psicólogo clínico

humbersdb@yahoo.es

Cada mañana lo veía venir al colegio con su hermanita pequeña tomada de la mano y no estaba tranquilo hasta que la niña de apenas 5 años no entraba en su aula de kínder. Cuando investigué su procedencia familiar me encontré con una realidad un tanto difícil. Resulta que nuestro pequeño protagonista de 11 años de edad vive sólo con su madre, la abuela materna y su pequeña hermanita. Todos habían quedado sin la presencia del “hombre de la casa” hacía ya más de 3 años cuando su padre les abandonó persiguiendo una hermosa adolescente de 17 años de edad. ¿Estaba huyendo de una realidad difícil o perseguía una “felicidad alucinógena”? Las motivaciones nadie las conoce, pero lo que sí queda claro es que “el hombre de la casa” comenzó a ser nuestro pequeño hombrecito. No sabemos en la vida si estas situaciones embarazosas por las cuales pasamos no hacen bien o mal, lo que sí sabemos es que asumiéndolas con fortaleza pueden ser fruto de crecimiento y madurez “aún cuando la madurez sea precoz”.

¿Cuántos hijitos de “mami y papi” nos encontramos a cada paso abatidos por la depresión consecuencia de una situación difícil y todo porque “está frustrado”?; y ¿cuántas veces niños que han vivido situaciones de dificultad salen airosos ante las tempestades de la vida?. Nos queda claro que todo depende del enfoque que le demos a las situaciones de la vida. Un excelente neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl atestigua, desde su vida en el campo de concentración, que vivir es aceptar con dignidad el desafío que plantea la vida, con su carga de adversidad, y sobrevivir es hallar el sentido de ese sufrimiento.

Pero aún dentro de esa realidad que nos toca vivir debemos estar preparados para ayudar a crecer a nuestros niños, niñas y adolescentes; es por eso que intento desde nuestra sección CRECIENDO hacer que la vida de nuestros muchachos sea una escuela para aprender, crecer y madurar juntos.

Esta realidad que experimenta el personaje principal que les presenté al inicio de mi artículo es la manifestación de lo que en terapia familiar llamamos parentalización que es la asignación de un rol parental a un hijo o hija. En otras palabras, hacemos que nuestros muchachos se conviertan en papás o mamás cuando aún son muy pequeños.

Los encargos en la casa tienen la ventaja de hacer que los niños, independientemente de su edad, se sientan parte del buen funcionamiento de la familia y sepan que esto no sólo le corresponde a la mamá y al papá sino también a ellos; pero el lado negativo aparece cuando los padres se extralimitan y les dan más responsabilidades de las que deben. Entonces se dice que se ha “parentalizado” a los hijos.

Esto suele ser dañino para ellos pues los niños que sufren los efectos de la “parentalización” tienden a disciplinar inadecuadamente a sus hermanos, como son niños, muchas veces no conocen los límites. Por eso algunos tienden a disciplinar inadecuadamente a los menores, además, dejan de vivir sus propios procesos y se vuelven poco alegres porque se exageró la virtud de la responsabilidad y del servicio.

La experiencia clínica y la investigación nos confirman que no es el trauma de la separación de sus padres lo que agudiza los problemas posteriores en los niños; sino la imposición a roles adultos a que sometemos en muchos casos a nuestros chicos(as).

La clave está en dejar que cada uno de ellos viva su etapa evolutiva Lo más adecuado es asignarle responsabilidades acordes a lo que están viviendo, como hacer su cama o preparar sus libros para la escuela, dejando así las responsabilidades mayores a los adultos. No hay nada más agradable que dejar a los niños ser niños.

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