lunes, 17 de enero de 2011

Urgencia de una cultura vocacional en la pastoral. (segunda parte)

P. David Ramírez, SDB

Nuestros jóvenes parecen caminar como ovejas sin pastor, sin referencia axiológica, sin líderes cercanos y verdaderos compañeros de camino que les sirvan de puente que les muestren el Camino hacia Dios… En este contexto se entiendo que urge una cultura vocacional, es decir, una manera de pensar y accionar todo nuestro trabajo con los jóvenes desde el sueño que Dios tiene sobre cada uno de ellos. Por supuesto, esto nos plantea el desafío de ser profetas de los jóvenes a través de los cuales Dios les hable. Se entiende que este puede ser el momento ideal para acompañar a los jóvenes con una intención radicalmente vocacional que provoque en ellos grandes opciones de compromisos cristianos y sociales.

Como respuesta a esta urgente necesidad en la pastoral, es preciso pasar de una animación vocacional de pesca a un trabajo vocacional de siembra. Es lo mismo que decir favorecer una cultura vocacional que tendría como resultado el surgimiento de jóvenes deseosos de hacer grandes compromisos cristianos incluyendo a la vida consagrada. Estas opciones serán el resultado de un camino de acompañamiento que los lleve a ver su propia vida desde un llamado que Dios les hace a través de los procesos que hacemos con ellos. A eso tienen que llegar todos nuestros esfuerzos pastorales y he ahí donde nos vemos en la necesidad de optar y apostar por una nueva mentalidad pastoral enfocada desde la vocación.

Así pues, queda claro que optar por una cultura vocacional en la pastoral juvenil tiene unas implicaciones que requieren un cambio de mentalidad en el modo de hacer pastoral. A saber, y ante todo implica: hacer procesos con los jóvenes para superar una pastoral basada en actividades y eventos de masas sin un fin definido; definir, desde el inicio de todo proceso una intencionalidad vocacional; un testimonio personal de vida que nos lleve al convencimiento de lo que somos y lo que hacemos.

Obviar la urgencia de una cultura vocacional nos podría llevar a sacrificar, no solo el futuro de la vida consagrada y del liderazgo laical, sino el mismo futuro de la Iglesia. Si nuestro trabajo con los jóvenes no va más allá del entretenimiento pasajero, muy pronto podríamos perderlo como ya se está empezando a experimentar en algunas sociedades. La participación juvenil que hace vida de fe en nuestra comunidades cristianas es un tesoro que no nos podemos dar el lujo de perder. Favorecer una cultura vocacional puede ser hoy uno de los más urgentes servicios a prestar al dueño de la mies, que llama a colaborar con Él, y según su modo, en la salvación de un mundo herido por la injusticia. Ciertamente no es posible para cada uno de nosotros gestar por sí solo una cultura tal, pero sí el inspirar los diversos frentes apostólicos con este objetivo. Por esta razón creemos que todo lo que favorezca o debilite esta cultura es hoy apostólicamente decisivo y atañe, directa o indirectamente, a una animación vocacional.

Si la pastoral juvenil no le ofrece a los jóvenes herramientas que les ayuden a plantearse la vida como un llamado de Dios crear un mundo según su Plan, entonces otros se encargarían de hacerlo y quizás lo hagan diametralmente opuestos a ese Plan de Dios. No podemos darnos el lujo de perder a la juventud como espacio de evangelización y como fuerza generadora de cambios a favor del Reino, más bien, es preciso asumir estrategias que nos permitan ser para ellos un punto de referencia válido y de interés para sus vidas. Cabe apostar por una cultura vocacional en la pastoral juvenil y asumir tres tareas concretas como respuesta a esta urgencia: Crear una cultura vocacional, construir una cultura vocacional y vivir una cultura vocacional.

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